Solo....un descanso..nada mas.

La tentación juega muy malas pasadas. Y como dice un chiste que circula por ahí, la mejor forma de escapar de la tentación es cayendo en ella. Pues bien, Jeremiah lleva esa máxima a cabo casi siempre que tiene ocasión.
Precisamente está recorriendo el jardín mientras estudia mapa que uno de los chicos le dejó para hacerse rápidamente con el lugar. Tiene que reconocer que está muy bien elaborado y bastante completo, aunque la escala no es perfecta, pero, ¿quién iba a fijarse en eso?
Camina unos pasos hacia delante cuando visualiza unos metros más allá una figura esbelta recostada contra un árbol. Por su tamaño hace imposible que se trate de un seminarista, salvo que sea uno nuevo y muy muy alto, que también podría ser. Dobla el papel en cuatro trozos y se lo mete en el bolsillo trasero del pantalón para acercarse sigilosamente. Lleva mucho cuidado de no pisar ninguna rama que cruja o una piedra que se corra porque no quiere que su presencia sea todavía delatada.
Se para en un árbol frondoso que está lo suficientemente cerca como para poder ver con relativa claridad los rasgos del mentor. Le sorprende quedarse mirándolo como un idiota, antes no hacía esas cosas, las personas eran personas y le daba igual qué aspecto tenían. Por lo visto se está haciendo mayor en ese sentido. "Cuando empieces a discenir si te parecen guapas o no y sonrías, entonces serás un chico mayor", le comentó una vez su mejor amigo, un muchacho desgarbado y descerebrado que sólo pensaba en mujeres. Su único problema era que no le pasaba con mujeres... Ya había decidido antes si algunos chicos de ahí con los que se había topado le parecían guapos o no.
-Mierda....-Murmura para sí, contrariado. Será influencia del lugar y ya está, nada más. Para despejarse y cambiar de pensamientos, coge una piedra más o menos grande, se aparta unos mechones dorados y... ¡la lanza contra el árbol en el que el mentor dormita! No busca hacerle daño, sólo despertarle, así que confía que el impacto contra el tronco sea tan fuerte como para despertar a alguien. Una vez tirada la piedra, se pega bien a su árbol y aguarda la reacción del mentor ahogando una risita.
El detalle de las gafas no le pasa inadvertido, pero, evidentemente, cree que si alguien va a domir, lo lógico es quitárselas.

-No lo hice adrede, profesor...-Advierte mientras da un paso al lado, asomando la cabeza por un costado del árbol. Podría decirse que está molesto al ver que Joshua no se ha sobresaltado. Así no tiene ninguna gracia.-No lo he lastimado, ¿usted lo ha oído quejarse?-Sonríe con socarronería. Despega sus níveas e impolutas manos del tronco y se acerca despacio.
A medida que se acerca, la fisionomía del mentor se hace más clara. Intenta disimular un poco, más por sí mismo que por Joshua.
-Por cierto, profesor, ¿por qué no usa lentillas?-Señala las gafas con el mentón, ya a unos pocos pasos.-Aquí podrían rompérsele enseguida....-Lo cierto es que su tamaño, para ser un chico de diecisite años, es prácticamente irrisorio.

Ladea la cabeza mirando con minuciosidad y detenimiento al profesor en cuestión. Está seguro de que no ha podido escuchar queja alguna del árbol, salvo que tenga esquizofrenia o alucionaciones... o quizás podría ser Dios intentando comunicarse con él. Ya lo hizo una vez fingiendo ser una zarza con el pobre Moisés.
-Siempre he pensado que las lentillas son mejores, menos aparatosas, fácilmente reparables y no enmarcan los ojos, con lo cual, uno se ve mucho mejor.-Arguye mientras se agacha apoyando las rodillas en el suelo.-¿Puedo?-Inquiere estirando una mano hacia las lentes, haciendo ademán de cogerlas para ver qué carencia tiene el mentor en la vista.-¿Qué asignatura imparte usted?

Se coloca las gafas con cuidado, pues su intención está muy lejos de querer romperlas o fastidiarlas. Le da aspecto de un estudiante aplicadísimo, el típico empollón.
-¿Cómo me quedan, profesor?-Como casi siempre pasa cuando te pones unos lentes ajenos, Jeremiah ve un poco raro y tras unos segundos empieza a marearse. Está claro que esa graduación no es para él. Se las quita, cierra las patillas y se las devuelve.-No sé, se me dan mal las adivinanzas. Yo soy más directo...-Le mira de reojo.-Usted es muy tranquilo, ¡podría dar cualquier cosa! Pero espero que no sea así mientras ejerce de docente, corre el peligro de que duerma a su clase.-Evidentemente, lo dice en un claro tono de broma. Echa un vistazo al libro que tiene, por si le arroja alguna pista.-Yo diría que usted es profesor de... ¿teología?-Se calla un momento y a continuación añade.-Qué maleducado soy, se me olvidaba presentarme. Yo es que me aparto de la civilización.-crítica sutil.-y me pierdo. Me llamo Jeremiah, Jeremiah Leroy.

-Gracias, profesor.-Sonríe un poco, esta vez de un modo más comedido.-Estoy bien, de veras, es que yo no uso gafas y ya sabe...-Su mirada se desvía hacia las manos de Joshua y permanece allí un buen rato.-Yo también creo que me veo mejor sin ellas.-Al escuchar que estuvo muy cerca de adivinar qué imparte el profesor, su sonrisa se ensancha.-¿En serio? No sé, ¿religión? ¿historia de la religión?...-inquiere sin estar muy seguro. Presta atención a la presentación de Joshua.-Oh, vaya, otro buen nombre bíblico, como Dios manda... Seguro que no llegamos a "lo malo", profesor Fallbrook.-Aunque no sabe qué es exactamente "lo malo".-Ya sabemos que los buenos seguidores de Cristo perdonan... ¿Está esperando a alguien?

-Así que profesor de Religión.-Sonríe.-Me gusta esa asignatura, no se me da mal... Aunque, claro, no sé qué métodos de enseñanza sigue usted ni cómo evalúa... -Se lleva un dedo al mentón, incrementándosele la expresión de inocencia que prima en su rostro.-Todavía no sé el horario de las clases ni en qué grupo estoy. Qué cosas... Bueno, sí, esto es mejor que el cuarto relativamente. En el cuarto tienes intimidad, supuestamente.

-Bueno, usted ya sabe, cada profesor lleva las cosas como le parece y, por tanto, no se puede decir exactamente que una asignatura sea fácil sin conocer al docente que la imparte. Pero si usted dice que no me será difícil...-Sonríe esperanzado. A Jeremiah le gusta sacar notas altas sin dar un palo al agua.-Estoy impaciente por asistir a su clase...
Lo cierto es que cuando le revuelve el pelo se siente extraño; no está incómodo ni mal, sólo que es una senación rara. Pocas veces han tenido esa deferencia con él. No puede evitar que aparezca un leve rubor en sus mejillas.
-¿Eh? Ah... ya, bueno, para la intimidad Dios inventó los pestillos y los cerrojos, ¿no?...-Aunque es una broma, no modula muy bien por una especie de cosquilleo que le invade.-No se preocupe, ya me haré con un horario y todo eso.

El rubor se incrementa notablemente cuando escucha de la boca del profesor aquello de que está impaciente por tenerle. Por supuesto, sólo supone, por ahora, que se refiere a que quiere que asista a su clase, ni siquiera tiene que buscarle otro significado para sentirse igual de azorado.
-S...Sí, no se preocupe, profesor. Si tengo algún problema, acudiré a usted.-No piensa esto realmente, pues Jeremiah es un chico muy orgulloso que pocas veces reconoce que necesita ayuda, como la mayoría de jóvenes a esa edad. Cuando el profesor acaricia su mejilla se siente repentinamente vulnerable y lo peor de todo es que esa sensación de vacío, de estar a merced del otro le atrae peligrosamente. Ladea la cabeza y piensa en otra cosa.-Mu...Muchas gracias, profesor. Lo cierto es que está siendo demasiado amable conmigo...-Se aparta unos centímetros para recuperar la compostura.

Nota cómo el corazón le palpita con una fuerza casi lacerante. No entiende por qué se está poniendo tan nervioso, sólo es una persona que le ha tocado...
-No, no... Si no es eso, profesor, claro que me gusta que me traten con amabilidad, es sólo que... Bueno, no soy propenso a crear situaciones como esta y por eso me extraño.-Sonríe un poco y se aparta el pelo de la cara. Otra vez le vuelve a pasar que se está fijando detenidamente en los rasgos del mentor. "Es un hombre, no tienes que fijarte de ese modo en él", piensa para sí.

No le gusta el cariz de sus pensamientos, no le gusta perder el control en ninguno de los aspectos y, menos le gusta todavía sentirse tan inestable. ¡Por el amor de Dios, sólo es una conversación! Pero aún así... Desvía la mirada al libro del profesor antes de hablar.
-Bueno, suelo tener problemas para relacionarme y genero conflictos fácilmente porque me defiendo mejor con ellos, como es una situación que yo provoco...-Increíble. Le parece increíble estar hablando de algo así con un profesor, ¡no deja de ser alguien que representa autoridad!-Creo que es por eso. Y esta situación es muy diferente. Es de las pocas veces que he estado tan cordial con un profesor y es recíproco...-Le cuenta. Y no miente, desde que tiene uso de razón prácticamente ha librado una batalla constante contra el mundo.

Y, de nuevo, esa sensación le embriaga poderosamente cuando el mentor le toca el cabello.
-B...Bueno, un chico problema....-Balbucea, logrando articular algunas palabras. Le gustaría poder continuar y hacer una diseración brillante sobre su comportamiento, mas su mente se encuentra absolutamente embotada por los gestos del profesor. En cierto modo, se siente incómodo consigo mismo. Se desata una lucha interna entre actuar como siempre para ser él quien controle la situación o subyugarse a merced del otro, como un diligente y nada díscolo discípulo. ¿Qué ganará la batalla?
Todo esto, incluso la lucha, pasa a un segundo plano cuando la caricia se extiende por su cara. Pero es peor cuando le alza del mentón; si su corazón no explota en ese momento es porque se ha producido un milagro. Alabado sea Dios.
-N...No, claro. Está bien porque... porque es algo diferente que rompe la monotonía. A-además, siempre viene bien contar con un aliado entre los profesores.-Musita sin despegar demasiado los labios, temiendo que Joshua pueda escuchar los latidos de su órgano. A él le parece que le van a estallar los oídos. Le mira intensamente un par de segundo, incapaz de mantenerse así mucho más tiempo.-Es bueno, a su manera, claro. Je, lo que no sé es cuánto tiempo podré aguantar sin hacer alguna barrabasada. Ya lo tengo tan asumido que me salen solas...No quiere acabar con esa sensación que tiene en la boca del estómago, pero sabe que si no lo hace se estará comportando como un perrito faldero eternamente. Toma la difícil decisión de ponerse en pie de golpe.
-¡Bueeeeno! Parece que usted iba a descansar... Si la jornada ha sido dura, yo no quiero molestarle, profesor.-Es la única excusa que se le ocurre.

-Llevo muchos años comportándome así, profesor Fallbrook, así que mi experiencia es amplia en este campo.-Trata de no pensar en aquello que le aturde, en esa vertiginosa sensación que le transmiten sus caricias, su mirada o, simplemente, sus gestos.-Oh, bueno... ¿No molesto? Es una pena...-Dice en broma. Finalmente se sienta a su lado, aunque mantiene las distancias. Se anima a mirarle un momento.-Y... Bueno, no sé, ¿cómo es que acabó ejerciendo la docencia en este centro?.-Prefiere entablar una conversación despejar su mente.