Una clase pegada (Joshua)

Es temprano, idóneo para que los mentores y alumnos más devotos estén dándole los buenos días a Dios a base de oraciones y rezos en la capilla. Jeremiah, chico que adora dormir cinco o diez minutos más, no entiende de eso. Sencillamente no cree que Dios haga recuento y está seguro de que le perdonará que no le rece cuando el sol despunta. Esa hora es para hacer pan.
De repente se le ocurre que es un buen momento para familiarizarse con las aulas, ya que todavía no las ha visto y estarán vacías. Así puede ir preparando alguna cosa, como quien dice, presentarse en sociedad.
De muy mala gana, se pone en pie, coge una muda de ropa y marcha a asearse al baño. Tras esto, regresa a su cuarto para recoger el material necesario (una libreta, el estuche, etc) y enseguida se va por los pasillos siguiendo el plano que le dejó Marius para llegar a una de las clases. Entra al azar, le da igual si es religión, matemáticas, lengua o sociales. El caso es que pasa al interior y echa un vistazo.
-Vaya, vaya, es grande...-En la puerta hay una tabla con los horarios de uso de esa clase, así que se asegura de que a primera hora esté ocupada para que su "presentación" surta efecto. Lo primero que hace es mirar en la mesa del profesor, usando su silla. Balancea las piernas como lo haría un niño chico mientras estudia cuál sería el mejor lugar de la clase para adueñárselo. Finalmente estima que el segundo pupitre de la tercera fila será el suyo; desde esa perspectiva parece el más seguro.
Se apea de la silla con un grácil salto y abre el estuche para extraer el pegamento, un objeto mundano y muy fácil de encontrar con el que se pueden crear excelsas situaciones. Se muerde el labio inferior al tiempo que una sonrisita traviesa se marca en su pueril rostro; desenrosca la tapita y vierte el líquido adhesivo sobre la silla del profesor haciendo círculos concéntricos. Gracias a Dios -o al fabricante- es transparente y apenas se puede ver. Deja el asiento tal y como lo encontró para no levantar sospechas. Retrocede unos pasos admirando su obra e imaginando lo que pasará... Será tan divertido...
Se ocupa ahora de las tizas, a las que también aplica pegamento para que, si el profesor de turno va a explicar algo, se le queden pegado los dedos. Si alguien le preguntara por qué está haciendo eso, no sabría explicarlo. Sólo siente unos impulsos a los que debe hacer caso.
Quedan muy pocos minutos para el incio de la lección, así que sale de ahí y espera a que vayan apareciendo más seminaristas para que no le acusen a él de ser el primero que a etrado. Una vez se ha "camuflado" entre sus compañeros, espera con una aviesa sonrisa a que llegue el mentor.

Está tan centrado en la llegada del profesor que ignora al resto de chicos que lo miran con curiosidad por ser un elemento nuevo. La espera, aunque eterna, genera un agradable cosquilleo, una sensación como de riesgo. Sabe que está haciendo algo malo y que existen altas probabilidades de que lo pillen, pero esa fruición, ese placer casi morboso que le embarga no lo cambiaría por nada del mundo. Por lo menos, del mundo que conoce... Crispa los dedos sobre el pupitre y se ve obligado a coger un bolígrafo azul para calmarse un poco.
Cuando la puerta se abre, ese cosquilleo se multiplica... hasta que se da cuenta de que el profesor que ha entrado no es otro que Joshua. ¡Joshua! Maldita sea, ¿cómo le ha podido pasar algo así? Mierda, mierda, mierda. Tendría que haberlo previsto... Lo peor de todo es que el hombre entra sonriente, como si dar clase fuera un regalo de Dios, una oportunidad divina... y eso hace que incremente su sentimiento de culpabilidad. Tendría que haberse quedado en la cama y excusarse como que estaba malo del estómago por comer porquerías o algo así. Igual hubiera servido...
-...B...Buenos días, profesor Fallbrook.-No mira a la silla porque entonces pondría muy mala cara. Trata de disimular con una sonrisa forzada.-Yo tampoco me lo esperaba; todavía me pregunto si no será un mal sueño....-Baja la mirada hacia su libreta. Podría levantarse y advertirle al mentor de lo que pasa, pero si lo hace se delatará como culpable necesario de su fechoría. De lo contrario, si no lo hace, probablemente el mentor acabe con una silla pegada al trasero y con una carcajada general. O no, vete tú a saber cómo reaccionan los corderitos... Por el momento, permanece callado con la cabeza gacha.
De todos los mentores que hay aquí, ¿por qué ha tenido que venir ÉL? ... Pensará que soy un falso y que solo pretendo burlarme de él. Le resulta extraño preocuparse así por un profesor, ¿qué demonios le está pasando? ¡Antes no era tan blandengue!

Por el momento, su labio inferior está recibiendo pequeños mordisquitos de angustia. No es un mal sueño para ti, claro, hasta que te des cuenta de lo que pasa...
Se queda calladito escuchando la pregunta de Joshua y le sorprende gratamente que ninguno de sus compañeros se atreva a responder. Es posible que la mayoría pase de las lecciones, pero siempre hay uno, por lo menos, que está atento y se las sabe todas. Le extraña que ese listillo no haya hablado ya, pero eso le hace plantearse si Joshua será muy severo con los que se equivocan. No tiene pinta, pero tampoco es oro todo lo que reluce.
Vas a estar como pez en el agua si todos son así, Jeremiah. Parece una buena clase para eregirse como payaso de turno, mas siendo Joshua el mentor...
En lo más profundo de su ser, se alegra enormemente de que el docente haya traído consigo una tiza, pues no le hubiera parecido tan gracioso que no se la hubiera podido desprender. Cuando camina hacia el escritorio, un nuevo ataque de nervios le sobreviene. ¿Ya va a sentarse? ¡No!... Sin embargo, parece que sólo se ha apoyado. Gracias a Dios...
No reacciona hasta que uno de los chicos le da un pequeño codazo para que comience a escribir; claro que ese chico ha actuado en beneficio propio, pues es un suplicio retrasarse por culpa de otro.
-Ah, sí, disculpa...-murmura sin despegar apenas los labios. Le quita la capucha a su bolígrafo azul y lo coge con tres dedos. Antes de escribir lo que el mentor vaya a dictar, pone su nombre en la primera página, "Jeremiah S. Leroy", por si se perdiera la libreta. Todavía no está conforme con su padre con la decisión de mandarlo a ese colegio, por eso mira el apellido con cierto recelo. Sólo pretendía deshacerse de mí, ¡pero pobre de él! Espero que le lleguen muchas facturas de todo lo que deteriore... En parte tiene razón y en parte no. Su padre es un hombre de negocios que siempre tiene algo que hacer y, como no está casado, no puede ocuparse de la educación que su hijo merece. Por eso y para reformarlo, algo muy conveniente, lo mandó allí. No es que no le quiera...
Su letra no es en absoluto clara, parece un código secreto entre espías o un abecedario nuevo. A él le gusta así, justifica que desprende originalidad...
Mientras escribe, su mente divaga... ¿cuánto tiempo tardará en sentarse? ¿puede dar toda una clase de pie? ¿si se sienta y se le queda el trasero pegado se dará cuenta de que ha sido él? ¿se enfadaría mucho? Más vale prevenir que curar. Alza la mano para cuestionar una duda.
-Profesor Fallbrook... ¿en esta asignatura se puede subir notas con trabajos extras o algo así?

Se rasca la cabeza con el bolígrafo mientras escucha la respuesta que le da el mentor. Si hay trabajos extras para subir la nota, tal vez tenga altas posibilidades de aprobar...
-Oh, sí. Muchas gracias, profesor Fallbrook...-Baja la mano, acomodándola ya para escribir. Todo parece que va bien hasta que Joshua le recuerda que puede seguir planteando dudas después de clase. ¿Soy al único al que le ha sonado a proposición indecente? ¡Ah! No, no, me estoy emparanoiando, eso lo hacen todos los profesores... Por el amor de Dios, céntrate, Jeremiah.-Por supuesto, es mejor para no interrumpir la clase...
Le pone muy nervioso que el mentor vaya de una fila a otra mientras dicta, pero no puede hacer nada por evitarlo, así que copia como el resto de sus compañeros. Al llegar a la segunda línea, se cansa de tanta perorata y comienza a hacer dibujitos en el margen de la hoja, que si un coche, que si un perro... Ya pedirá los apuntes a alguno de la clase. Lo que sí hacía era escucharle, y más porque fuera un profesor, porque se trata de Joshua. Su voz le suena meliflua y calmada, suave, como si le acariciara el oído...
-Profesor.-Levanta de nuevo la mano.-¿Entonces todas las religiones son válidas? Porque si es así, crearé la mía propia sin mandamientos imposibles.-Busca alguna carcajada cómplice entre los compañeros. Es inevitable en él que importune así.
Por supuesto, no se ha olvidado de lo que hay en la silla, pero cada vez está más convencido de que, si pasa, no le pillarán. Que él sepa, no hay ninguna prueba... ¡Salvo el pegamento! Oh, vaya... Todavía lo tiene guardado en el estuche. Sólo espera que algún otro chico tenga algo parecido...
Se lleva una mano a la frente. Eso ha sido realmente estúpido por su parte, debería haberse deshecho del botecito o colocarlo, al menos, en otro pupitre. Bueno, puede que el profesor no repare en ese detalle.
Mira a Joshua un momento... Sabe que él no es de los que se merecen esas bromas, es más bien de los profesores que tienen buen rollo con los alumnos, pero la acción ya está hecha. De repente se le ocurre que podría sacar a algún compañero a la pizarra y... Contiene una pequeña risotada mordiéndose el labio. Eso sí sería divertido.

Le agrada que la gente se haya reído con su comentario, incluso a Joshua parece haberle gustado. Es un buen tipo...
Con un par de trazos más, consigue dibujar al dueño del perrito que había hecho en un lado. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, porque parece, más bien, un dibujo abstracto. Pero él está conforme, ¿para qué quiere más si él sabe interpretar lo que ha hecho?
Atiende vagamente a las explicaciones del mentor, centrándose más en escucharle hablar, en cómo articula palabras. Su mente no se molesta en descodificarlas, está demasiado ocupada pensando en otras cosas. No obstante, cuando Joshua se acerca a la pizarra y escribe, le entra de nuevo ese cosquilleo. Qué cerca está de tiza... Ahora sí mira con una leve, sutil sonrisa mientras copia el esquema del encerado, haciendo cuadrados y rectángulos de cualquier manera. Total, se supone que eso es para estudiarlo él y si se siente cómodo con unos apuntes tan desordenados, es cosa suya. Toda va bien, aceptable, hasta que Joshua toca la silla. Ahí sí que siente una especie de punzadita en el estómago, es como un pinchazo que lo alerta. Ya ha llegado el momento...
Le parece que el profesor ha mirado la silla con cierto recelo, como si desconfiara... Y no es para menos. Pobre, ingenuo... Le ataca el sentimiento de culpabilidad, pero cuando Joshua pega el trasero, y nunca mejor dicho, al asiento, tiene que morderse el labio inferior muy fuerte para no reírse. Es que la tentación es mucha, quitando que sea ESE docente, es una situación muy cómica.
Baja la cabeza para disimular un poco al tiempo que mueve la mano para fingir que está ocupado. ¿Y ahora qué? ¿Se enfadará? ¿Sabrá que he sido yo? Si tuviera algo más de cofianza con la clase, hubiera comentado a un par de compañeros su actuación, para que pudieran reírse junto a él, mas todavía no sabe si son unos chivatos o no, así que prefiere no arriesgarse con eso. Si lo pillan, que sea por su culpa y punto.
Es extraño; le hace gracia, pero le preocupa Joshua... y eso hace que no pueda disfrutar de la broma como debería... ¿Será un síntoma de algo más profundo? Tal vez por una morbosa curiosidad desea que llegue el final de la clase o el momento en el que el profesor tenga que levantarse para ver cómo reacciona y se defiende de la broma.

Jeremiah se rasca el cuello, muerde la tapa del bolígrafo, describe círculos en la esquina superior y da pequeños reiterados golpes en el suelo con el pie derecho, todo esto por ser presa de unos nervios terribles. Por una parte, necesita reírse libremente, pero por otra, quiere que se pase rápido, que acabe ya.
Parece que Joshua se ha movido. Y lo ha descubierto, seguro, sin embargo, se le ve muy tranquilo, como si sus pantalones no hubieran sufrido agravio alguno. Será su carácter de buena persona, claro. Desde su sitio, Joshua le parece el ser más paciente y calmado que existe en todo el mundo. Él mismo, de ser víctima de una broma así, ya hubiera saltado y empezado a buscar insaciablemente al culpable. Le pondría severos castigos para que no lo volviera a repetir... Pero, afortunadamente, Joshua no es como él.
El reloj muta muy lentamente; cada tic-tac del segundero se le incrusta en la cabeza, como si enfatizara ese sentimiento entre culpabilidad, arrepentimiento y pena, una amalgama de factores casi comunes, pero que no sabría denominarlos con una sola palabra. Cobarde...
Al quedar muy poco tiempo para que acabe la clase, decide pedirle al compañero de al lado su libreta para poder copiarse aquello que le falta. Son unos cuantos párrafos, pero no le preocupa. Prefiere estar ocupado ahora, pasar por un alumno modosito y diligente que lleva al día sus apuntes de clase. El chico se la deja con la condición de que no la raye ni le haga nada que la deteriore.
Mientras copia, piensa muchas cosas. Es inevitable que su mente descanse en una situación así. ¿Ahora cuando toque qué debo hacer? ¿Irme como si nada? ¿Preguntarle si pasa algo? No está muy convencido de qué es lo que procede hacer ahora, pero tampoco quiere presentarse como principal culpable, a menos, claro, que no tenga más salidas....
Todavía le queda un párrafo entero por transcribir cuando suena la campana que da paso a la siguiente hora. Levanta la mirada del papel para clavarla en su mentor. Se remueve inquieto; el resto de lo chicos retira el material de la mesa. Algunos asienten vagamente a sus palabras, asegurando que lo han copiado todo. Jeremiah, para no quedar muy retrasado, guarda también las cosas en el estuche, lo cierra bien y se pone en pie con la intención de marcharse de la clase.
Le parece que la puerta está a una distancia inalcanzable, pero sabe que es sólo una percepción errónea producida por ese momento de tensión. Camina con la elegancia propia de un delicuente juvenil, ese aire chulesco de a quien nada le importa. Claro que todo eso es pura fachada, por dentro dista mucho de ser así, aunque, claro, uno tiene que aparentar. Cuando ya está llegando al quicio, se para un momento y se gira parar observar a Joshua.
Con su mirada está casi disculpándose por lo sucedido, de verdad que hubiera preferido a cualquier otro antes que hacérselo a él.
-Ha... Ha estado bien la clase, profesor.-siente que al menos debe dedicarle unas palabras.-Prometo ser más participativo la próxima vez...

Jeremiah, sin embargo, desvía la mirada hacia un punto cualquiera del suelo, como si encerrara el mayor interés del mundo. Está debatiendo mentalmente si debe presentarse como culpable de que Joshua no pueda levantarse sin la silla o, por el contrario, hacer que no sabe nada del asunto.
-Oh, vaya. Es usted francamente amable, profesor Fallbrook.-Mantiene la mirada. Está realmente arrepentido por lo sucedido, es cierto que lo había planeado y es intencionado, pero no quería que la víctima fuera Joshua. Él le cae bien, no es como los demás adultos, no abusa de su poder ni ejerce de sátrapa.-Aunque, a decir verdad, no me.... no me han sobrevenido dudas en esta clase. Tal vez en otra sí tenga algo para preguntar...-Finalmente, el aula se vacía a excepción de esos dos. Jeremiah levanta un poco la cabeza para observar a su mentor; varios mechones áureos se interponen en su mirada, esta vez, humilde-Tengo que comentarle algo. No es nada de su lección, pero creo que es importante.-Se arma de todo el valor que puede, pues se ha decantado por la mejor de las opciones, la más honrada y loable de las que le quedan. Deja el material sobre un pupitre.-Verá, para empezar, quiero decirle que yo no sabía que la primera clase era la suya.-Trata de sonar lo más sincero que puede, aunque está muy nervioso. Juguetea con los dedos.-Y, bueno, yo soy un bromista nato y quería... quería causar buena impresión a mis nuevos compañeros para integrarme y... y...-No le salen muy bien las palabras. Es la primera vez que se delata a sí mismo antes de que nadie le pregunte. Sonríe vagamente antes de proseguir con su confesión-...creí que lo mejor era aplicar pegamento a la silla y a las tizas.-No se atreve a mirar a Joshua porque siente que se le cae la cara de vergüenza, gracia a Dios, sólo en sentido figurado, pero es suficiente sentido para quedarse en el sitio sin moverse.
No se siente mejor, porque sabe que ha obrado mal de todos modos y porque el daño ya está hecho, no obstante, sigue pensando que ha hecho lo que debía hacer en esta extraña situación.
-No era mi intención, profesor, que le pasara a usted esto. Lo prometo.-No sabe si suena creíble o no, aunque desde luego dice la verdad.-Lo siento mucho.-Concluye.
¡Vaya! Al final lo has hecho... A Evan no le gustaría nada el "nuevo" Jeremiah; primero fijándote en chicos y ahora pidiendo perdón antes de que te acusen... Ojalá no tuviera la conciencia torcida y le diera buenos consejos, no reprimendas por ser todo lo buen chico que puede. Espera impaciente el veredicto de Joshua, sabiendo que lo mínimo es mandarlo al despacho del director para que le castiguen o... ¡una semana entera de trabajos extra!
-Por favor, señor Fallbrook... No llame a mi padre. No lo volveré a hacer.

Parece ser, por lo que dice el mentor, que le tenía calado desde un principio. Entonces, se convence, hizo muy bien en decir la verdad y en disculparse, pues de haberlo negado hubiera quedado mal y, encima, sería un embustero a los ojos de Joshua.
Le sorprende infinitamente que no se muestre enojado, ni siquiera molesto por el comportamiento que ha tenido. ¿No va a haber ni un castigo, ni una tarea extra, ni quedarse después de clase para ayudar al profesor ni nada de nada? Sin duda, ha tenido mucha suerte con Joshua, de haber sido otra la víctima, ahora mismo estaría hablando con el director y presentando sus excusas.
Una tenue sonrisa se advierte en su infantil rostro. Se aparta el pelo con una mano y se acerca hasta Joshua.
-Muchas gracias, profesor Fallbrook.-Mejor que su padre no reciba noticias suyas todavía, porque entonces sus intenciones quedarían al descubierto y no podría fastidiarle como desea. Considera que es mejor reunir un montón de faltas y que se entere de todas a la vez; el efecto será más potente.-Yo... No sé cómo agradecérselo. Bueno, sí... ¿Sabe si hay disolvente en el centro? Porque eso se comerá el pegamento, aunque, claro, le estropeará el pantalón...-Se lleva una mano a la barbilla, pensativo.-Creo que lo mejor será, profesor, que se quite los pantalones y yo mismo los despegaré de la silla con cuidado. Y... Bueno, si no puedo, ¡se los pagaré, lo prometo!
Claro, y has propuesto esa solución casualmente, ¿no? ... Quitarse los pantalones, ¡vaya! Ahora te has vuelto un vouyeur, ¿o qué? Sus propios pensamientos le hacen sonrojarse notablemente, tanto es así, que siente ardor en las mejillas. Intenta pensar en otras cosas, alguna chica que le pareciera bonita o graciosa, sin embargo, la imagen de su profesor sin pantalones se superpone a la misma. ¡Maldita sea! Su corazón palpita con una fuerza desvocada, como si fuera una alarma para devolverle a la realidad. Mira al verdadero Joshua, al que está con pantalones y sentado en la silla saboteada.
-¿U..Usted qué opina?

-Oh, Dios, claro que sí... No me gustaría que nos vieran en esta situación, je... da lugar a unos malentendidos muy, eh...-Decide callarse y se gira hacia la puerta para cerrarla. Mantiene la mano en el pomo unos intensos segundos antes de darse la vuelta para volver a mirar a Joshua.
Está ahí sentado, como quien dice, sin despegarse de su sitio. Ahora parece algo más tenso que cuando se estaba confesando, lo cual resulta, cuanto menos, sorprendente. Supone que cualquier persona en su situación estaría más enojado en el momento en el que descubre quién es el artífice de su desgracia que cuando va a proceder con la solución. Es otra cosa que diferencia a Joshua del resto, desde luego... No puede etiquetarlo, es imposible determinar su comportamiento y enmarcarlo dentro de unas características... Es auténtico.
-¿Necesita ayuda, profesor Fallbrook?-Es una pregunta totalmente inocente, sin un ápice de salacidad ni ningún fin que no sea colaborar para acabar con lo que él ha provocado.-Ah, por cierto, ¿ha pensado qué hará una vez se... se quede sin pantalones?-le asalta la imagen de su profesor con las piernas al descubirto, la misma que se le formó antes. Ya es algo inevitable, le sale solo, pero, ¿realmente querrá decir algo o eso le pasaría a cualquiera que estuviera en su pellejo? Tal vez.-Porque... porque igual tiene prisa... ya sabe, el pegamento cuesta mucho quitarlo.-No se atreve a mirarle a los ojos, aunque le encantaría poder estudiar sus rasgos en ese instante.
Eso, tú ayúdale, que es lo que estás buscando... ¿eso quieres, Jeremiah? Quién lo diría... Le gustaría convencerse a sí mismo de que es un acto de redención, para que Joshua vea que no es tan mal chico y que decía la verdad acerca de que no quería que él fuera la víctima, pero... ¿y si su subconsciente, esa masa que sólo sabe arrojar críticas mordaces, tuviera razón, y si lo que quiere es tener un sutil contacto y lo camufla ofreciéndole ayuda? Quizá no es algo tan descabellado, quizá sea así y ya está. Tampoco es algo tan terrible...
¿Y a que eso no se lo vas a confesar?
A pesar de que hay menos de un par de metros de separación entre el mentor y el pupilo, se le antoja todo un abismo. Esta situación está acabando con sus nervios...¡pero no parece que vaya a mejorar ahora!

Jeremiah no le quita el ojo a su profesor durante el proceso, incapaz de desviar la mirada hacia ninguna otra parte que no sea los pantalones de Joshua. Observa cómo se deslizan con suavidad y cierta elegancia -toda la que se puede en una situación similar- por sus largas y viriles piernas; unas piernas que se le antojan delicadas y fuertes al mismo tiempo. Más arriba puede apreciar dos muslos tersos y bien torneados que también le inspiran esa textura agradable al tacto, parece, desde donde él está, que sea como acariciar la superficie de un melocotón. Una minúscula y apocada sonrisa se perfila en su pueril rostro cuando descubre el detalle de la ropa interior oscura, algo que le resulta muy sexy.
Ahora no puedes negar que no te gusta eso, Jeremiah, porque de ser así, podrías darte la vuelta o sencillmente no mirar. Hasta que no se siente pensar, no se da cuenta de que está contemplando con cara de bobalicón a Joshua.
-Oh, ya... Sí, bueno, intentaré... Intentaré sacar los pantalones de ahí.-Se tranca, más que nada, porque la sangre estaba yendo en otra dirección que no es la del cerebro (XD).
El joven seminarista se agacha junto a la silla y evalúa la situación de la tela. Suspira pronfundamente y gira la cabeza para mirar a Joshua; se recrea en su visión más de lo debido antes de hablar:
-Verá, creo que es imposible rescatar el pantalón... Espero que no le tuviera mucho cariño. Le pagaré lo que le haya costado.-Gracias a Dios, tuvo a bien echarse dinero en la maleta. Sigue mirando a su profesor.

Joshua está en una de las más tiernas y entrañables posiciones, de esas que te arrancan un suspirito acompañado de una sonrisa. Pero Jeremiah lo disimula muy bien con un poco de tos.
¿Ha escuchado bien? ¿El mentor dijo que los pantalones sobraban? Parpadea un par de veces, incrédulo, aunque no se atreve a preguntar si oyó bien por temor a que lo malinterprete. Es como si estuviera buscando un pretexto para justificar su propio comportamiento. Pero es que es imposible negar que Joshua se ve muy bien así; de hecho, es hasta atractivo. ¡ATRACTIVO, nada menos! Puedes pensar que es guapo, que es majo, que está bueno, pero... ¡atractivo!
-¡Argh, cállate!-Se lleva ambas manos a la cabeza, sonrojadísimo. De repente, se da cuenta de que ha dicho en voz alta lo que debería haberse contestado a nivel personal. Vuelve a mirar a Joshua, deseando que no se haya percatado de lo ocurrido. Sería un poco difícil de explicar...
Pero no se fija en su cara, ni en sus orbes, sino en sus piernas, esa zona donde tiene más porción de piel al descubierto, es como conocerlo un poquito más. Una imagen hipnótica la de su maestro, sin duda alguna.
-Oh, esto... ¿Debería ir a por otros pantalones o qué solución propone usted?-Tironea un poco de la tela pegada a la silla, no obstante, intenta tener cuidado para no hacer una masacre con la ropa. Aunque consiguiera sacarlo, el pegamento se ha adherido fuertemente a las fibras y las ha estropeado; siempre quedaría mal. Salvo que Jeremiah consiguiera unos pantalones exactamente igual... Mira en el interior para buscar la etiqueta.-¿Dónde los compró? Podría pedirle a mi padre que me mande unos como estos...

-¡Bueno, está bien! Lo siento mucho, no quería estropearle sus pantalones ni hacer que se los tuviera que quitar. Y no se me ocurre cómo poder arreglar esta situación...-Suspira. Está realmente angustiado con el asunto, pero por dos razones: la primera es por haber fastidiado a Joshua, no debería ser así. De ser otro profesor, poco le hubiera importado la suerte que corriera, pero siendo este... Y la otra razón, casi más poderosa, es que la presencia de Joshua le turba seriamente y despierta en él unas sensaciones desconocidas hasta el momento.
-Pues entonces... Lo único que podemos hacer es retirar el pantalón y... Bueno, con lo que quede, que usted mismo vaya a cambiarse.-Vuelve a mirarle.-¿Le parece bien, profesor?

En parte quiere que Joshua recupere los pantalones y en parte no, pero sabe que lo segundo estaría mal, por muy atractivo que sea. Tironea varias veces de la tela hasta conseguir despegar una parte; se escucha algo parecido a un crujido.
-Ops. Ya ha salido un poco, aunque mucho me temo, profesor, que le quedará un enorme agujero en el trasero.-esboza una aviesa sonrisa y sigue haciendo fuerza hacia sí para arrancar lo que queda de pantalón. Saca la lengua por un lateral del labio rayano a la comisura, ladea la caeza violentamente para apartarse el pelo de la cara y ejerce algo más de fuerza.
Podrías rompérselo entero para que no pudiera ponérselos. ¿Verdad que eso te gustaría? Empieza a pensar que tiene serios problemas de personalidad, ¿cómo es posible que su mente vaya por un lado y el por otro? No, no, tienen que cordinarse mejor, porque es como tener un habitante incierto alojado en el cráneo.
Se mordisquea el labio inferior, logrando que la tela ceda un poco más. Apenas quedan unos centímetros pegados a la silla cuando descubre que el asiento también se ha estropeado. Por lo menos, se quedará rasposo, aunque no inservible.
-Vaya, espero que haya mobiliario de sobra para cambiar esta silla...-Mira un momento a Joshua antes de seguir. No entiende por qué no le castiga; vale que no quería que él fuera la víctima, no obstante, ha sido un acto totalmente premeditado y con inicuas intenciones. Tuerce el gesto en una medio sonrisa, enfrascado en sus pensamientos e imaginando la causa de haber salido incólumne.
Termina de separar el pantalón del mueble, pero está haciendo tanta fuerza que cuando se despega, al no haber más sujeción, cae al suelo. Afortunadamente, su trasero para la caída.
-¡Au!-Todavía mantiene el pantalón con la mano derecha.-Ya está profesor...-Se levanta no sin cierta dificultad y le ofrece la prenda a Joshua con una sencilla, inocente e infantil sonrisa. Eso dulcifica su rostro y acrecienta sus rasgos asexuales y candorosos.
Es curioso que tenga un aspecto tan ingenuo e inocente y una mente tan execrable. Una combinación explosiva y singular, desde luego. ¿Te has divertido, Jeremiah? Hoy son los pantalones, pero otros días querrás sus calzoncillos... Y seguro que ese día no está tan lejos.